2012-08-29 19:38:58https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=565Llegando casi a la conclusión del mes de agosto y del periodo de mayor movimiento para nuestras fraternidades en esta temporada, decidimos tomarnos un día libre para un pequeño descanso y así poder «recargar las baterías» de nuestra vida fraterna.


La idea/meta fue aceptada rápidamente porque se trattabe de Castelluccio, «il paese della fioritura» (la patria de la floración). La mayoría de los hermanos ya conocía este hermoso lugar situado en el territorio de Nursia, pero a todos les gusta volver a ese lugar. El pequeño pueblo está colocado sobre una colina (1452 s.n.m.) que domina el llamado «Il Pian Grande», que significa el inmenso valle. Desde el punto de vista arquitectónico el pueblecito es muy compacto: las casas están concentradas en el centro y forman una estructura concéntrica en la parte superior de la colina.

Pero lo que realmente sorprende es el valle que está complentamente circundado por una cadena montañosa llamada «Monti Sibillini» y en conjunto forman una excelente composición bajo el cielo azul. El espectáculo de los colores que el visitante descubre en el periodo de la floración al momento de llegar en el mirador de Castelluccio es algo difícil de describir.

Esta vez nosotros no hemos tenido la suerte de ver los colores de la naturaleza, debido seguramente a la gran sequía de estos últimos meses, aunque la atracción por tanta armonía no deja indiferente a nadie. Este lugar me inspira dos sentimientos: la gratitud y alabanza al Creador de tanta belleza en este mundo y al mismo tiempo la idea de llegar al cielo. La primera vez que vi este paisaje me recordé de la cubierta de uno de los libros del hermano Carlo Carretto: Y Dios vio que era una cosa buena; el cuadro es de un famoso pintor de Spello y amigo del hermano Carlo, Norberto: todos los seres vivientes volavan llenos de alegría sobre la obra que Dios había apenas terminado…

Ahora sabemos muy bien que la vida eterna no es la que esperamos después de la muerte, porque inicia ya con la fe en Cristo: «Y la vida eterna es que te conozcan a Ti, el único Dio verdadero, y al que Tú enviaste, Jesucristo» (Juan 17,3). Pero solo el incio no es suficiente, es necesario llegar a la plenitud de la vida y las ideas que tenemos del paraiso terrestre nos pueden ser de gran ayuda si recordamos que toda nuestra existencia es un peregrinaje hacia nuestra patria final (Filipenses 3,20). El valor del peregrinaje proviene de la meta que se desea alcanzare, «largo y tortuoso es el sendero del caminante, pero el recuerdo de la meta hace gozoso su caminar» (I. Sanna).

A estas reflexiones un poco «místicas», causadas por la contemplación del paisaje de Castelluccio se «opone» la vida concreta de la gente que vive en ese pueblicito, una vida seguramente con su propia fatiga cotidiana y sus desafíos, cosas que tenemos todos en común. Luego, ante los productos típicos y deliciosos del lugar, posiblemente probados después de un paseo por las colinas, una idea tentadora se presenta: «¡ojalá nunca tengamos que morir!» (dicho italiano).

Durante el viaje pudimos visitar Nursia, el pueblo natal de San Benito, y así hemos podido encomendar una vez más el camino de nuestra Fraternidad a la protección del padre del monacato en Occidente.

 

C. Oswaldo Curuchich

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