2013-01-31 10:57:41https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=626Esta expresión de una canción italiana famosa me pasó por la mente varias veces durante el viaje-peregrinaje che Oswaldo y yo hicimos en esta semana. Una jornada para realizar algunos encargos en la capital, la magnífica ciudad de Roma, en un clima casi primaveral. El sol nos acompañó todo el día alegrando nuestro recorrido (sobre todo caminando o usando los médios de trasporte público) por las calles, callejones y las plazas de esta estupenda ciudad.


Lo he ya dicho en otras ocasiones, pero vivir en otro país, me ha hecho ver con ojos nuevos los tesoros de la cultura, del arte y de la espiritualidad que nuestra Italia posee. ¿A dónde puedo ir mientras espero que Oswaldo salga de la universidad…? Aprovecho así para darle un vistazo dentro y fuera a la basílica romana de San Juan de Letrán, su baptisterio, la plaza… Es realmente un privilegio que no todos los ciudadanos de cualquir país pueden permiterse. No lo digo por orgullo, más bien para renovar una vez más mi satisfacción, por qué no, de ser italiano.

La jornada siguió con la visita al Coliseo, los Foros Imperiales, la basílica de San Pedro, Fontana de Trevi, un “almuercito” en un local típico del centro histórico… Se podría decir tipo “Vacaciones en Roma” [filme de William Wyler, 1953] pero donde no hizo falta la parte espiritual. Sí, porque como decía el P. René Voillaume, un viaje a Roma tiene siempre el sabor de un retiro, de una peregrinación.

Entrar en San Pedro significa ir a visitar las tumbas de los santos e de los mártires: desde el primer papa, Pedro, hasta a los más recientes como Juan XXIII y Juan Pablo II.

La visita a las Hermanitas de Jesús ha sido el culmen y la etapa decisiva de nuestro programa: la celebración Eucarística en la capilla del Padre de Foucauld (una reproducción de su capilla de Beni Abbés, Argelia) fue el momento más emocionante. Y aquí la narración se interrumpe porque no es posible expresar con palabras la sencillez, la calurosa hospitalidad de las hermanitas, la presencia silenciosa, discreta y elocuente del hermano Carlos de Jesús e de la hermanita Magdeleine de Jesús.

Todo esto realizado en el contexto de la compañía entre dos hermanos que no han hecho nada más que pasar un día juntos, simplemente, en una cualquiera jornada italiana.

Marco Cosini

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