2013-06-25 19:50:07https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=738

articolomaurice2He leído en este período un buen libro: Maurice Maurin, Vivre la fraternité au cœur du monde, l’Harmattan, Paris 2012. El autor es un Hermanito de Jesús que llena todos los requisitos. Nació en París (1928), hizo su noviciado en el desierto del Sahara (El Abiodh, Argelia) y ha vivido en diferentes países del mundo, sobre todo en las zonas más pobres y marginadas, entre las poblaciones de Africa del Norte, particularmente en Marruecos, y en Medio Oriente. Actualmente vive en Polonia.

Me ha caído muy bien el libro del hermano Mauricio, sobre todo por la profunda serenidad y la alegría espiritual que se advierte en cada página. Cuántas historias dramáricas de pobreza, de problemas familiares, de cristianos perseguidos y de personas marginadas, de conflictos y de guerras. A pesar de todo el Autor es capaz de relatar las cosas en forma de “fioretti” (como los de San Francisco de Asís) subrayando –casi como una contradicción– la sonrisa y las virtudes de los más pobres, de los que viven sin fe y de las personas que practican otra religión. Me gustó mucho saber que Mauricio cuando era joven sabía bailar y le gustaba participar en las fiestas familiares o en aquellas que se celebraban en la vecindad, y que nunca renunció a eso que para él era como una “pasión” a pesar de no haber bailado frecuentemente ya como religioso. Yo creo que en realidad su verdadera “pareja de baile” ha sido la pobreza, aquella verdadera que encontró viviendo con los pobres. Leyendo su historia (la vida de loa Hermanitos) a veces me recordaba de los famosos Templares de la Edad Media, pero así como fueron los primeros: monjes verdaderos y hombres de Dios que vestían la coraza militar, se lanzaban en el combate ¡ y bien sabiendo que podían regresar sin cabeza!

El libro de Mauricio ayuda a admirar la vida de los Hermanitos de Jesús, muchos de ellos han vivido casi como héroes. Algunos fueron expulsados de los países porque eran considerados incómodos, otros fueron perseguidos e incluso asesinados por su fidelidad al Evangelio y porque eran solidarios con los hombres y las mujeres del lugar. No es fácil comprender ese tipo de vocación, y muchos se podrían preguntar: “qué sentido tiene vivir en esas condiciones?”, o bien: “por qué desperdiciar así toda una vida?”. “Posiblemente no tenemos respuestas stisfactorias –dice el hermano Mauricio concluyendo su obra– para aquellos que no ven el significado de una forma de vida similar, pero estos hermanos y hermanas han encontrado y aman a una Persona por la que han complemente consagrado toda su vida: Jesús de Nazareth. Luego la gente común o los pobres que nos rodean en todas partes no se ponen estas preguntas.

Incluso aquellos que dicen no tener fe o que tienen una religión diferente comprenden más fácilmente, casi automáticamente».

La vida de Jesús en Nazareth, que el Padre de Foucauld amaba mucho, ¿no era compartir las alegrías y los sufrimientos de la gente? ¿Cómo es posible que un día pudo exclamar: “Bienaventurados los pobres… los que lloran…  los que tienen hambre y sed de justicia…”? Pero no se trata solo de una vida heroica o de una solidaridad con las personas, ni una simple “opción preferencial por los pobres”. Todo eso no tendría sentido fuera del misterio de la Encarnación. Ahora comprendo mejor lo que el padre René Voillaume escribía en 1958 a los Hermanitos: “Como la Eucaristía, la vida de un Hermanito de Jesús consta de una realidad y un signo: el signo es la forma de vida con el testimonio de pobreza, de trabajo, de caridad, de oración y de amistad; la realidad es lo que acontece en lo profundo del corazón de cada Hermanito a propósito de su intimidad con Cristo y en compartir sus dispocisiones delante de la cruz. La forma no vale nada si la realidad está muerta o permanece tibia (…) La vida religiosa de un Hermanito de Jesús es como el signo del pan: algo que es dado, partido, comido y distribuido entre todos. Pero ¿qué sería ese pan si no fuese consagrado o no contenese nada más que pan?» (Sulle strade del mondo, p. 46).

Aunque si no estamos llamados a vivir como los Hermanitos de Jesús, que tienen una vocación peculiar aprobado por la Iglesia, ellos son para nosotros un gran ejemplo de solidaridad y de compartimiento, de vida de oración y vida eucarística, un desafío para que tomemos en serio el misterio de la Encarnación siempre en acto.

C. Oswaldo Curuchich

 

 

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